martes, 21 de febrero de 2017

La música es Número




Al igual que la danza, la música es gesto, un gesto misterioso y físico, un movimiento que remite a un insondable. También es número, porque está constituida por sonidos reducibles a proporciones cifrables. El número es la percepción de lo oculto, de su esencia y del misterio divino.
La música es pues, filosofía. Conocer la música significa ponerse en contacto con las leyes divinas y la belleza de toda creación.



La idea de la música como ”número audible” se debe a Pitágoras. Cuenta la leyenda que, mientras caminaba, pasó al lado de una fragua. Allí habría oído las armonías producidas por los cuatro martillos que golpeaban un yunque. Al pesar los martillos descubrió que sus pesos respectivos eran 12, 9, 8 y 6 libras. La octava venía dada por la relación de los martillos de 6 y 12 libras, es decir una relación numérica de 2/1; la quinta por la relación de los martillos de 12 y 8 libras o de 9 y 6 libras, o sea una relación de 3/2; la cuarta por la relación de los martillos de 8 y 6 libras, o también de 12 y 9 libras, es decir una relación numérica de 4/3; y el unísono por la relación de los martillos de 9 y 8 libras. Estos intervalos primarios (unísono, cuarta, quinta y octava) constituirán en la Edad Media las consonancias perfectas.


El arte de los sonidos es ante todo un asunto de proporción, cuya fuerza y belleza se debe a que permite entrever el mundo puro de los números, una relación de número y cantidad.
El conocimiento del Número y sus propiedades (verdad, inconmutabilidad, eternidad) se presenta como la meta fundamental del estudio de las ciencias y, más especialmente, de la música, pues las proporciones de la música, que actúan como metáforas sonoras de la Creación divina, conducen asimismo a la revelación y a la contemplación del misterio de Dios.




“Gracias a la razón divina, todas las cosas fueron establecidas en la armonía según el orden de los Números. Antes de manifestarse a la sensibilidad, existían en el modelo eterno e inteligible de la existencia creadora, y es en virtud de esta ley matemática preexistente como nacieron las innumerables combinaciones de los elementos, la sucesión armónica de las estaciones y el movimiento de los astros y el cielo” De arithmetica I, Boecio.

Boecio es el primero que categoriza y clasifica la música en sus diversos aspectos al enunciar su famosa trilogía:
1.Música mundana
                                                                   2.Música humana
                                                                   3.Música instrumentalis




La música mundana o “armonía de las Esferas”, no se trata de una música audible: esta música de los cielos y de los elementos es la música de la creación misma y resuena a través de la mediación de los ángeles alrededor del trono celeste.

El hombre, en tanto que microcosmos, también está regido por la armonía. Es el principio unificador entre el cuerpo y el alma.

La música instrumentalis es la tercera rama de la música. Concierne propiamente al arte de los sonidos, tanto vocales como instrumentales y al arte de la composición de una manera general. El alma del hombre, que a semejanza con el alma del mundo posee un equilibrio, un “acorde musical” puede ser el recptáculo de la música instrumental. La música instrumentalis sostiene y fortifica el alma.

Los instrumentos musicales llevan dentro las leyes de la Geometría y las proporciones númericas.
Dibujo de la geometría del violín

Dibujo de tapa armónica de un ukelele.



Según Aureliano de Réomé, la música obtiene su nombre de las Musas, esas hijas de Júpiter que favorecen el arte de la memoria, un arte muy necesario para que el hombre conserve la música en su mente. Las Musas son las protectoras de las artes y del saber
Música proviene de las Musas por las que se cree que este arte se volvió perfecto; o bien de moys que significa agua, porque la música se descubrió en el agua.

Extraido del libro La música en la Edad Media, de Olivier Cullin.